Siento haber demorado tantos meses en reaparecer por estos lares, pero resulta que estoy atendiendo asuntos urgentes relativos a mi estado de salud y distintas diligencias burocráticas que me han comido todo mi tiempo y mi poca energía. Sigo sin tratamientos, todavía los productos del pollero y demás puestos de la Merced siguen dándome las proteinas necesarias a esta doble lucha, una institucional, otra personal.
Las
dos se juntan en un punto: que es necesario fomentar una cultura del
derecho, una cultura de la denuncia ciudadana que vaya más allá de los
intereses personales de algunos líderes-funcionarios del Estado del
neoliberalismo moribundo que participan de la vulnerabilización de sus
pacientes.
Llevo
actualmente dos años con un diagnóstico positivo, y diez con VIH, tras
dos exámenes de CD4 y carga viral a cuyos resultados nunca pude acceder,
cuando acudí la ultima vez a la Clínica Condesa el 20 de febrero, me
anunciaron que mi expediente médico había desaparecido. Es decir, mi
médico, el Doctor Hernández, no pudo acceder a mi expediente, anotó sus
comentarios en una hoja de papel, que me siguió con el médico que me
atendió para un problema de piel.
Fui
a Coordinación: mi expediente salió por ultima vez el día 18 de
diciembre, el día siguiente a la reunion que supuestamente tuvieron los
representantes de CHECCOS, un militante de letra s, y la diplomada en
medicina Andrea Gonzalez, directora del Programa de VIH-sida de la
Ciudad de México, junto con el Director de la Clinica Condesa.
Resulta
que Rodrigo Parrini, profesor de la UAM, y Alejandro Brito, militante
de letra s, no estaban encargados del proyecto de "recuperación" de la
Clínica Condesa: fueron los activistas del grupo de C.H.E.C.C.O.S, a
quienes se confieron los datos de los usuarios del servicio de pruebas
de la clínica Condesa, para hacer una investigación-acción de
recuperación de ex-usuarios infectados y canalizarlos a la Clínica.
Al
parecer, existe un convenio por entre la entidad Clinica Especializada
Condesa, y C.H.E.C.C.O.S cuyo modelo forjado de año de experiencia en
Guadalajara es ejemplar para tratar situaciones de estigma y salud
sexual.
Siento
mucho que la violación de mi derecho al anonimato, a mi vida íntima y
privada, haya sido perpetuada por una gente de la que respeto mucho el
trabajo pasado.
Así
pues, según la resolución de la Comisión de DDHH del DF, yo soy
culpable de haber abandonado un programa de VIH y además, existen muchos
más han sido victimas de la misma violación, no se han quejado: ¿por
qué lo haría yo?
Pesíma manera de responder a un paciente lesionado en sus derechos más básicos, peor forma de atender mi estado de salud.
En este expediente, que todo el mundo puede consultar menos yo, estaban
mis resultados, sin los cuales no puedo empezar ningun tratamiento.
En la carta que reproduzco a continuación, en la que pido el famoso formato de consejería que se supone, evidencia
mi culpabilidad en el asunto, aclaro a Andrea González y a Jesús
Casillas que no pienso tomarme en serio una resolución dictada entre
cuates, a partir de un papel que, además de no haber existido nunca, y de no existir copia que demuestre su existencia para dictar tal resolución, ha sido ahora milagrosamente desaparecido: según la ultima notificación de Info DF, en la que denuncié el triple prejuicio que padecí, la Secretaría de Salud sigue sin presentar copia simple de mi expediente, exponiéndose a una sancción por ello.
Sin duda, existe una total desprotección del individuo frente a la institución, que conserva y destruye, utiliza y maneja, intercambia y vender, la información acerca de nuestra salud!
Sé que este problema afecta a muchos más. El problema empieza por el silencio, pasa por la falta de atención y acaba, cuando uno abre un poco la boca, un rechazo claro, a la fatal exclusión, que a su vez desencadenan un mayor aislamiento del individuo, el descuido de la salud propia, la perdida de fuerzas, y...finalmente, la muerte. Una muerte que podría ser evitada si los responsables se responsabilizaran y no se tomarán a sus pacientes como cobayas, como números que hay que recuperar para seguir manteniendo el nivel de entradas en programas deshumanizados para justificar el desgaste y el gasto, o más bien, la injusta paga que los directores de un establecimiento con esta función cobran de manera inmerecida.
Sé que este problema afecta a muchos más. El problema empieza por el silencio, pasa por la falta de atención y acaba, cuando uno abre un poco la boca, un rechazo claro, a la fatal exclusión, que a su vez desencadenan un mayor aislamiento del individuo, el descuido de la salud propia, la perdida de fuerzas, y...finalmente, la muerte. Una muerte que podría ser evitada si los responsables se responsabilizaran y no se tomarán a sus pacientes como cobayas, como números que hay que recuperar para seguir manteniendo el nivel de entradas en programas deshumanizados para justificar el desgaste y el gasto, o más bien, la injusta paga que los directores de un establecimiento con esta función cobran de manera inmerecida.
Existe todavía un nivel de estigmatización y discriminación en los centros de salud, que implica un dramático efecto para la salud a medio y largo plazo, amenaza la vida, de las personas que confían en la experiencia y el criterio médico de forma acrítica, y un claro alejamiento de las instituciones de salud, que acaba con una tragedia privada y...la muerte silenciada. A
estas constataciones hemos llegado en los Diagnosticos Comunitarios
Participativos que realizó el Colectivo Sol en 2011, con la colaboración
de más de 20 organizaciones en todo el país y 800 participantes de las
minorías sexuales: muchas personas acaban muriendo por los efectos
indirectos del estigma y de la discriminación sobre su (des)atención
médica y personal.
No
dejaré el silencio sepulcrarme, sepulcrar la verdad, ni consentir que
mi critica hacia el sistema mercantil del cuidado del VIH se utilise en
mi contra, para negar mis derechos a una atención, de calidad,
no-discriminatoria, de mi salud integral...
Acabaré con una frase de Nemesis Médica. La expropiación de la salud,
de un sociólogo de la salud ya un poco olvidado en México, pero que
vivió y concibió su crítica sociológica en este pais, y quien describí
el proceso de medicalización de la vida. "Con el desarrollo del sector
de servicios terapeúticos de la economía, una proporción creciente de la
gente ha llegado a ser considera como apartada de alguna norma deseable
y, por tanto, como clientes que pueden ahora ser sometidos a
tratamiento para acercarlos a la norma establecida de salud, o
concentrados en algún ambiente especial construido para atender su
desviación".
Escondiéndonos no conseguiremos que se nos respete nuestros derechos, los consorcios no los garantizan.
Cuando reciba una respuesta de la Clínica Condesa o de la Secretaría de Salud, colgaré en este mismo blog la respuesta.
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